El prolongado período de escasez hídrica por el que atraviesa la Región de Coquimbo, obliga a pensar que nos encontramos inmersos en una realidad de índole más estructural que circunstancial respecto a los recursos hídricos. El cambio climático se manifiesta ya como un escenario concreto, incidiendo en una mayor temperatura promedio, elevando la línea de las nieves y reduciendo los volúmenes de los glaciares, últimas fuentes de agua superficial segura para zonas áridas como la nuestra.
Los enfoques hidrológicos tradicionales utilizados en los balances oferta-demanda ya no están respondiendo de manera adecuada sobre la real disponibilidad de las fuentes habituales y menos podrían permitir desarrollar una planificación a futuro sin tener en consideración aspectos que permitan situarnos en escenarios menos vulnerables y con menor incertidumbre.
La condición de crisis declarada en la disponibilidad de agua ha hecho evidente una realidad no reflejada en años de bonanza en las precipitaciones: que la gestión y las actividades que se desarrollan con dependencia del agua no se condicen con su emplazamiento en una región de características áridas. Los años de bondad climática que se registraron especialmente en los ochenta y parte de los noventa, permanecieron en la memoria colectiva. En conjunto con el desarrollo de condiciones económicas favorables, esto trajo consigo medidas de fomento al riego y nuevos embalses que asegurarían el agua necesaria frente a posibles sequías futuras. Así, el sector agrícola de la región experimentó un vuelco importante hacia nuevas inversiones en frutales de alto valor y demanda hídrica, como paltos y cítricos, entre otros, aumentando en forma importante las superficies, yendo en muchos casos más allá de lo aconsejable.
Las evidencias regionales revelan aspectos que son irrebatibles y que deben ser de manera urgente consideradas:
Bajo este contexto, es indudable que la actual situación se podría alivianar en parte con medidas que contengan aspectos orientados al bien común, que se basen en información oportuna y de calidad, una institucionalidad público-privada eficiente y con medidas de fomento adecuadas a la realidad de los diferentes sectores productivos y de las particularidades y características propias de los territorios de la Región. En otras palabras, es necesario revisar, en forma responsable, el cómo deberíamos actuar en el futuro próximo y también contar con una visión de largo plazo más segura y confiable.
CAZALAC, Centro del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe.
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